Garfield no comprende a Dexter
Anoche hablaba con mi primo Eddie, Céline y Gusi sobre los poperos. Lo siento, sé que algunos sois asiduos a mi blog, pero sin acritud, muchos merecéis desaparecer, o al menos, ser considerados excéntricos extraterrestres que os metéis cada sábado en vuestras naves espaciales de metal -el Brit es una de ellas- a ritmo de indie, vestidos todos iguales, con vuestros flequillos y vuestras gafas de pasta.
Pero héte aquí a donde yo quería llegar. Empezar así era para nombrar a mi querido primo y a quien nos acompañó como anfitriones por los bares de la Inmortal Ciudad anoche, después de que cayera el tradicional-y-nunca-bien-ponderado bocadillo de calamar bravo. Pues eso: las gafas de pasta. Esta mañana, en el centro cultural Pedro Joaquín Roncal, me han regalado un número de una freak-revista llamada ¡Dibus!, que aparte de freak, debe tener un target comercial de unos 10 años.
Bueno, el caso es que hojeándola, me he cruzado con uno de los grandes personajes con los que dejé de ser niño para pasar a ser un prepúber caminando amargamente hacia la adolescencia: Dexter, del que destacan sus grandes gafas de pasta. Resulta que últimamente las gafas de pasta me acompañan a todos los lados. Ayer mismo, hablaba con la Garci sobre este engendro de la naturaleza. Y lo siento, no me estoy refiriendo a esos gafapastas que últimamente me generan un extraño amor-odio que me empieza a preocupar.
Bueno, el caso es que Dexter es un antihéroe. En estas semanas, Queer As Folk está hablando demasiado de los héroes de los cómics como iconos gays. La verdad es que el tema no es descabellado del todo, pero hay que decir que está empezado a rozar el absurdo. Así que, para no caer en el absurdo, he intentado empezar a identificarme, como hacía de crío con Dexter, con los antihéroes, tanto, que he empezado por cambiarme el nick del messenger para tener una conversación con otro antihéroe, Garfield:
Total, que visto que a estas alturas ni Garfield me comprende, creo que me voy a dar a la bebida. O quizá, lo mejor, es dormir, e intentar olvidarme, una vez más, de esta ridícula, espantosa y, sobre todo, surrealista semana, que he vivido en esta margen del Ebro...
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Laura -
Diego -