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Rincón Olvidado

Abuztua...

Abuztua...

Hay muchas caras que, aunque no hayas visto nunca, son caras familiares.  Amélie Poulain lo sabía bien y se paseaba por los fotomatones de todo París, pero a estas alturas no estamos para cuentos estúpidos.  No lo estamos cuando estamos colmados por todos los lados de orgasmos de dolor.  Amélie ya se preguntaba cuántos orgasmos puede haber en un mismo momento.  Y yo simplemente pienso que una gran parte de esos orgasmos serán dolorosos.

Porque, aunque Wilde dijese lo contrario, el placer que se posa en un instante no podrá jamás sustituir al dolor que dura para siempre.  Por mucho artista que haya de por medio.

El arte sólo es sublimación, nada más.  No soy muy freudiano, pero en este caso la pulsión sexual es dolorosa.  Tan dolorosa como para tener que sublimarla.  Y uno la sublima y la lleva al mundo del arte, de la palabra.  O simplemente, al mundo de la cerveza, que debería ser entendida como el octavo arte.

Existen muchos motivos en esta vida para querer tumbarse en una cama y no levantarse nunca, para introducirse en el mundo de los cuentos y no salir nunca, para jugar con el más pequeño de tus primos a ser marineros de un barco que nos lleva a muy-muy-lejano, o para jugar con el mayor de tus primos en una interminable partida de Wii.

Y, como en un juego de rol, los puntos de ataque siempre superan a los de defensa, y cuando todo es hostil, te lías a cañonazos contra los mosquitos, o contra lo que se te pase por encima.  Nunca más habrá barcos a muy-muy-lejano ni partidas de Wii, ni remotas estaciones de metro tras las que se esconde la ignorancia convertida en esperanza, o al menos un orgasmo, aunque sea doloroso, como la mayoría.  Nunca más las habrá porque a uno le han puesto los pies en la tierra sin que nadie se lo haya pedido.  Nunca más habrá esperanzas ciegas, ni sublimaciones espontáneas.

Porque vamos a empezar a llamar a las cosas por su nombre.  Al cabrón empezaremos a llamarle cabrón y no pobrecito despistado amoroso.  Al imbécil empezaremos a llamarle imbécil y no pobrecito que no tiene otro remedio.  Porque detrás del despiste y del remedio está la tabla de acero que traga una y otra vez la misma historia. 

3 comentarios

Albertico -

Si, lo reconozco, soy un poco corto, pero deberias poner una traduccion al "castellano" de lo que escribes porque ultimamente no me entero de nada ;)
Abrazos

belén -

"Al cabrón empezaremos a llamarle cabrón y no pobrecito despistado amoroso. Al imbécil empezaremos a llamarle imbécil y no pobrecito que no tiene otro remedio"...

Yo añadiría... Y al cobarde empezaremos a llamarle cobarde, no pobrecito inseguro...

Laurita -

K bueno, me ha gustado tu reflexión y razón no te la kito...de todo te encuentras por el camino, pero bueno todo gira en esta vida...