Fin de semana con Rousseau
Ayer por la tarde volvi a mi rincón olvidado del pueblo, y volví a ver el campo arado que había visto en abril, espero que con la cosecha ya recogida, como significando que alguien ha hecho más trabajo que el que yo no he hecho. La verdad es que últimamente estoy pensando muchas cosas y ayer, en mi rincón llegué a algunas conclusiones.
Yo siempre he confiado en la bondad de las personas, en que el ser humano es bueno por naturaleza, así, en plan Rousseau, cuando todo el mundo sabe que el romanticismo está más muerto que el mismo Dios que los ilustrados del XIX fusilaron. Matar a Dios para intentar alzar un humanismo desnaturalizado y que el propio capitalismo enseguida se encargó de fusilar con más ímpetu si cabe. Estaba claro entonces que el ser humano no era bueno por naturaleza, salvo que esa naturaleza fuese divina. Por eso me resisto a asesinar por doquier, aunque no sea por ganas. Pero bueno, que me voy, que este no es el tema...
Estaba en que confío en la bondad de las personas, por eso quizá, cuando menos me lo espero, ato cabos y me doy cuenta de que seguir encerrado en las mismas historias y personas no hace sino convertir mi vida en una de esas enredaderas que se enroscan a los árboles hasta casi ahogarlos y perturbar su vida para siempre. Claro que a veces a uno le da por ponerle nombres y apellidos a las enredaderas y liar el asunto bastante más.
Quizá sí que ya sea hora de pasar página a muchas cosas, de poner los pies en el suelo y convertirse en un árbol carnívoro, de esos que abren sus preciosas flores para luego cerrarse al paso de los moscones y alimentarse de su sangre. Pero es que tampoco quiero eso para mi. Ir de destroyer por la vida nunca fue lo mío, porque ni sirvo ni me parece lo correcto.
Claro que siempre uno puede hacer borrón y cuenta nueva y buscar nuevas personas, sin permitirles en ningún momento enredarse de nuevo al árbol. Porque es que uno peca mucho de idealista y, por ello, también de gilipollas.
Así que se acabó, se acabó de hacer el gilipollas por el mundo, se acabó de confiar en la bondad de la gente y se acabó de creer en las cosas a ciegas. Que luego nadie va a ciegas y todo el mundo está interesado en algo. Y claro, uno es que no se da cuenta hasta que no le cogen el teléfono en tres semanas...
0 comentarios