Nochebuena...
Que no se nos olvide por qué celebramos la Nochebuena...
...y que la vivamos de la forma más hermosa posible.
¡¡Buen Nadal!!
PS: El segundo vídeo es Noche de Paz, cantado por Enya en gaélico irlandés.
Que no se nos olvide por qué celebramos la Nochebuena...
...y que la vivamos de la forma más hermosa posible.
PS: El segundo vídeo es Noche de Paz, cantado por Enya en gaélico irlandés.
Desde allá arriba se divisa una panorámica de todo el pueblo. Apoyado en la chimenea del tejado me enciendo un cigarrillo, mientras escucho Coldplay. Al fondo se ve llover y detrás de mí, el ocaso imperceptible detrás de las nubes.
Es viernes santo y sobre el monte no hay cruces, hay aerogeneradores moviéndose ritmicamente, acompasados con la música. Hoy las cruces son de este mundo, son de las personas que soportan su muerte, pero no esa muerte real que en muchos casos la medicina salva, sino esa muerte que no tiene cura, la muerte del espíritu, esa que te aleja de tu propia vida y te convierte en un simple ser productor y consumidor, una máquina al servicio del capitalismo.
Allá abajo, Tarazona. El sonido de los tambores llega hasta aquí, y se mezcla con el de la moto que salta de bancal en bancal, junto al pantano que queda detrás de la almendrera. Empieza a gotear y me mojo, pero prefiero no resguardarme. Pese al frío, la lluvia húmeda me gusta y me hace sentirme parte del real ecosistema. Me siento en equilibrio con todo, pese a que hoy es día de muerte y desde aquí veo lo que fue el calvario. Quizá es porque me sé el final de la historia, machacada una y otra vez en el colegio de crío. Y por eso mantengo la esperanza.
Recuerdo a mi gente, que hoy no está aquí conmigo, y me enfrento a la muerte yo solo, con mi desierto, pero con un camino a Emaús vacío, con la compañía vana de una PDA que me escucha pero no me comprende, que sólo se limita a almacenar mis reflexiones en 128 megas de texto.
Y, sin embargo, me siento uno con ell@s, en la distancia y unido en la común unión de anoche, en la fiesta no solamente de la esperanza, sino también de la realidad del día a día que compartimos juntos, el día a día de nuestros compromisos y nuestras realidades, de nuestros retos en común, que pese a la distancia también ayer compartimos junt@s. Y eso tan mágico es la comunidad, es ser Iglesia, pero la verdadera iglesia, la de las mayúsculas, no la de las normas y dogmas que jamás descubrirá el secreto de ser diferentes, con nuestras vidas y sentimientos, y estar distantes; y sin embargo ser uno.
Lo reconozco, me tengo prohibido hablar aquí de Fe, pero es que hoy es un día especial. Es miércoles santo y los días santos están ya a la vuelta de la esquina. Lo sabemos en Zaragoh2no!za porque las procesiones nos cortan el centro y el autobús da más vueltas que un pato mareado en un garaje. Pero la semana santa no es eso. Conozco a multitud de cofrades que no sienten para nada a Jesús de Nazaret ni jamás han hecho suya la opción por los pobres que predicó, ni siquiera van a misa como los buenos cristianos que echando la limosna en el cepillo se sienten amados por un Dios que no les pide otra cosa.
Hoy, decía, es miércoles santo y mañana ya se celebra la última cena, ese gran momento en el que las enseñanzas de Jesús se hicieron realidad. Y hay quienes todavía hoy, dos mil y pico años después, las tenemos como referencia y nos sentimos parte de esa comunidad que nos hacemos llamar cristianos. Y miramos a la Iglesia con amor, con el amor que se mira a un igual, con sus imperfecciones, y la queremos, pero a la vez la vemos como algo muy anticuado, alejado de la realidad y lleno de jerifaltes perdidos en el dogma. Nos comprometemos con nuestras realidades pequeñas, con nuestras parroquias, con nuestros movimientos, con nuestros barrios y, de vez en cuando, nos juntamos para celebrar. Y mañana es uno de esos días en los que los que nos llamamos cristianos vamos a celebrar juntos nuestras propias realidades, nuestras propias batallas en la construcción del Reino y nuestras utopías. Y lo haremos teniendo presente a ese Jesús de Nazaret, amigo de los borrachos, de las prostitutas, de los fariseos,... Tendremos presente a un Jesús de Nazaret que hoy sería amigo de los inmigrantes, de los yonquis, de los homosexuales, lesbianas y transexuales, de los pobres, de los discapacitados, de los débiles, de los que no tienen que comer, de los gitanos que todavía viven en infraviviendas, de los jóvenes que viven en casas de 30 metros y sufren la precariedad laboral, de los que han perdido el rumbo. La lista se hace interminable...
¿Dónde están Blázquez, Rouco o Ratzinger cuando estamos con los amigos de Jesús con los que día a día compartimos nuestras vidas? ¿Están lo demasiado ocupados para mantener una estructura de poder que nos impide trabajar día a día con los últimos, reduciendo los problemas sociales a actitudes personales, criminalizando el amor de las personas del mismo sexo o incluso preocupándose de negociar el porcentaje del IRPF que dedicarán a mantener su estómago lleno? Lo siento, pero esta no es mi Iglesia. Mi Iglesia es la que estará mañana, reunida, alrededor del pan y del vino, escuchando la Palabra, orando de la mano y compartiendo la esperanza que nos trajo un tío que el César, el Poder se cargó en la cruz por defender a los últimos. Todo lo demás me sobra.
Hoy voy a hablar de algo que desde siempre me ha parecido curioso. Y aprovecharé que ha sido miércoles de ceniza para hablar de ello. Los que no sepáis de mi práctica cristiana os quedaréis sorprendidos porque un gañanazo como yo vaya a misa, respete las fiestas religiosas y esas cosas, pero qué se le va a hacer, cada uno tiene sus cosas...
Voy a empezar con un trozo del evangelio de hoy:
«Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que te ve en lo escondido, te lo pagará.»
Mateo 6,6.
Pues sí, hoy he estado en misa. Y he de decir que el evangelio de hoy me ha parecido excelente. Pero no por las enseñanzas que de él se desprenden, ni tampoco por algo lleno de moralidad. Sino que, como por ejemplo el pasaje de las bienaventuranzas, es tajante: no es actitud cristiana la de ser el que más va a misa, ni el que más reza delante de todos, ni el que más corre para ser el primero en recibir la ceniza o comulgar (os aseguro que eso yo lo he visto hoy, apenas cinco minutos después de la lectura de este pasaje del evangelio), ni el que más ostenta de ser cristiano.
Uno es cristiano y punto, no tiene por qué obligar a los demás a serlo, ni tampoco a someterse a su doctrina ni a su moral, ni tampoco acudir a manifestaciones alentados por los obispos, ni tampoco defender la unidad de ningún país, ni tampoco agitar a las masas en sus emisoras de radio para crear conflictos sociales inexistentes. Esas actitudes no son cristianas.
Y esto se está diciendo en las iglesias...