L@s que vienen detrás...
Hace unos días, escribí junto con Jessy un análisis de la realidad sobre nuestros jóvenes y adolescentes y su desarrollo socioeducativo:
Falta de motivación escolar: Cada vez más, los niños, niñas y jóvenes se enfrentan a una falta de motivación creciente generada por una serie de factores que se retroalimentan entre sí y que se relacionan posteriormente, como son el propio fracaso del sistema educativo, la escasez de recursos educativos por parte del profesorado y el propio enfoque ocupacional del sistema educativo. Vemos, cada día, cómo nuestros más pequeños adquieren procedimientos para resolver las tareas de la escuela, pero son incapaces de crearlos y deducirlos por ellos mismos.
Cambios en la estructura familiar: Los nuevos modelos de familia y estructuras de la misma, sobre todo desde la incorporación de la mujer al mercado laboral –que es en sí misma positiva, pero genera una serie de cambios que repercuten en la vida de los niños, niñas y adolescentes– han propiciado que los chavales pasen más horas solos, sin un referente educativo en el seno de la familia, por lo que no sólo no están supervisados, sino que tampoco reciben estímulos educativos positivos a través del propio contacto con sus padres y madres. No hay que olvidar que la familia es el primer núcleo educativo de los hijos y que, si éste falla, es probable que los demás pierdan su eficacia.
Falta de implicación de la familia en el proceso educativo: Estrechamente relacionado con el punto anterior, las familias se desentienden en muchos casos de realizar un seguimiento del proceso educativo que tiene lugar en la Escuela. Nos encontramos con padres y madres que no conocen las realidades de sus hijos e hijas dentro de la Escuela. Además, muchos de ellos opinan que estos aspectos de la educación de sus hijos son responsabilidad exclusivamente de la Escuela.
Relaciones entre iguales: Los patrones de conducta y relación entre los menores escapan, cada día más, del control de los agentes educativos. También es cierto que es positivo que los chavales autogestionen completamente sus relaciones, pero es cierto que, en muchos casos, éstas no son nada positivas para el desarrollo educacional de nuestros menores. No sólo por el mal llamado fenómeno del “pandilleo”, sino también porque la presión del grupo puede hacer aparecer conductas negativas, como la violencia o el consumo abusivo de las denominadas drogas blandas. Además, la imagen que los medios de comunicación transmiten de los adolescentes en este aspecto es excesivamente tremendista, lo que a su vez, impide una adecuada concienciación social sobre este tipo de problemáticas.
Utilización destructiva del tiempo libre: Nuestros menores, por diversos motivos, no realizan una utilización adecuada del tiempo libre, ya sea por falta de conocimiento de los recursos de su entorno (existen recursos de tiempo libre en su entorno más próximo pero no se hacen llegar hasta ellos), por la presión de su grupo de iguales o por la falta de supervisión familiar de la utilización del tiempo libre de sus menores. Además, la implantación masiva de las TIC ha posibilitado que, en los últimos tiempos, nuestros menores las utilicen en su tiempo libre de forma, en algunos casos, descontrolada, lo que, a su vez, les hace más individualistas y cerrados en sí mismos.
Fracaso del sistema educativo: El sistema educativo no ha sido capaz de adaptarse a las nuevas necesidades educativas de los menores. En este sentido, no da respuestas a los problemas, sino que se limita a transmitir conocimientos y conceptos sin preocuparse por la evolución socioeducativa de los educandos. Además, el profesorado, en muchas ocasiones, no está preparado para recibir a chavales que proceden de determinadas realidades sociales, siendo éstos tratados como inadaptados y ofreciendo soluciones de cara a la tranquilidad del profesorado y no de cara al crecimiento integral de los menores, lo que genera una espiral sin salida en la que el más perjudicado es el educando. Por otra parte, nuestros colegios e institutos públicos carecen de medios suficientes para realizar una tarea educativa de calidad, así como de programas de reciclaje real para el profesorado.
Olvido institucional: Nuestros jóvenes, cada vez más, soportan políticas juveniles de cara a la galería que no solucionan las problemáticas reales de las y los niñas, niños y jóvenes, debido a que no parten de un análisis de la realidad sino de los propios intereses de las administraciones que los promueven y de sus gestores. El descenso de la participación juvenil en el diseño de estas políticas ha llevado a una situación en la que éstos se sienten olvidados por las instituciones. Lo vemos diariamente entre las personas de edad un poco superior, que soportan salarios bajos, precariedad, altos precios de la vivienda, etc. Los referentes de las generaciones superiores para los actuales niños, niñas y jóvenes sienten estas problemáticas como propias y, en mayor o menor medida, las transmiten a los de generaciones inferiores, que crecen y maduran con este tipo de fantasmas volando sobre sus cabezas.
El fenómeno de la inmigración: Por último, y debido a las características de la estructura social actual y de los rápidos cambios que están sufriendo, es necesario hacer mención a esta realidad social, que se convierte en una problemática cuando hay voluntad de integración. En este sentido, es cada vez mayor el número de niños, niñas y adolescentes que se enfrentan a una nueva cultura que nadie les ha enseñado ni les ha intentado hacer comprender. Esto genera grandes brechas sociales que impiden el correcto desarrollo socioeducativo de los chavales inmigrados, no sólo con brechas más superficiales como el idioma, sino también con la propia idiosincrasia, los patrones de conducta e incluso las relaciones entre iguales.
Estas problemáticas inciden especialmente en el fracaso escolar y en la utilización del tiempo libre por parte de los menores, lo que hace que, cada vez más, se alargue la etapa adolescente al entrar éstos en un ritmo de vida que no está enfocado al paso a la vida adulta. Bien hay que decir que la responsabilidad directa de esta situación no es ni mayor ni exclusivamente, de los propios menores, sino de una sociedad que constantemente bombardea, a través de la publicidad y otros elementos de disuasión, con mensajes que propician la mayor parte de sus comportamientos.
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